El país experimenta un largo período de tasas bajas y estabilidad en el costo del dinero, coyuntura que debe aprovecharse antes de que la resurrección de la inflación se estabilice
Es una lástima que la firma calificadora de riesgo Standard & Poors le haya quitado el grado de inversión al país y a su paso castigado la deuda sin esperar a que el Gobierno Nacional reaccionara a la ola de protestas del pasado mayo, ni mucho menos a que presentara otra propuesta más sensata para la última legislatura del Congreso.
Es cierto que todos los países financiaron con deuda contraída en la banca multilateral los gastos derivados de la pandemia y que tuvieron que incentivar sus economías con ayudas públicas, créditos a bajo costo y subsidios sociales, además que todas estas acciones los llevaron a pedir más dinero de lo habitual mucho antes de que las economías se reactivaran.
Si no hubiese sido por la decisión de esa firma calificadora de riesgo, las preocupaciones de la economía poco a poco se irían difuminando, pues Colombia goza de una adecuada cartilla macroeconómica y las cosas se van acomodando con el paso de los meses.
Lo más elocuente del manejo económico quizá sea la estabilidad en las tasas de intervención del Banco de la República que ya casi alcanza un año en 1,75%, la más baja de la historia. El tipo oficial anterior al sistema financiero era de 2% y duró más de año y medio, una situación sin precedentes en la historia económica colombiana que durante años tuvo que luchar contra la inflación elevando los tipos, que, dicho sea de paso, fue estabilizada esa variación de precios pocos años después de que el Banco Central fuera de carácter independiente.
Con tasas oficiales en promedio a 2% y una expectativa inflacionaria, de un piso de 2% y un techo de 4%, la coyuntura envía un buen mensaje no solo para la banca multilateral y las firmas calificadoras de riesgo, sino para los consumidores que ven cómo el dinero alcanza para más cosas y los créditos no son impagables como en décadas anteriores de estrechez económica.
La tasa de usura, esa que certifica la Superintendencia Financiera, también están en mínimos desde hace varios meses, en torno a 25%, la cual es importante porque es el referente de las tarjetas de crédito y pilar del consumo.
No es propaganda decir que hay que aprovechar las tasas bajas hasta que estas duren en la economía.
Es la oportunidad para que el sistema financiero se vuelque a los consumidores, a los cuentahabientes con planes ambiciosos de créditos o de inversiones para reactivar la economía. Esta semana arranca el segundo semestre del año y siempre ha sido una buena época en la que repunta el PIB para alcanzar los pronósticos oficiales.
El Banco de la República decidió revisar al alza su pronóstico de crecimiento para este año, pasando de 6% a 6,5%. Esto, debido al mayor dinamismo de la actividad productiva que se registró en el primer trimestre del año, cuando el PIB fue de 1,1%. Y eso que es una cifra baja si se compara con los pronósticos de la banca multilateral, de la Ocde y de instituciones locales como Anif, Econometría y Fedesarrollo de cerca de 7%.
No está mal que la economía entre en otra etapa, en otro ciclo o fase muy acompasado con el plan de vacunación, la relativa normalización de las rutinas comerciales y de entretenimiento, variables fundamentales de la ecuación. Lo único que queda pendiente es advertirle a los políticos en carrera electoral que no jueguen con la economía, que no le pongan palos en la rueda, pues el raído slogan de que el “caos nunca muera”, solo sirve para que haya más personas pobres sin esperanza y no se avance para sacarlos de esta situación.
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