El más reciente dato de inflación del DANE fue positivo. Según el ente estadístico, en abril la variación de precios fue de 12,8 %. Esto es casi medio punto porcentual menos que el registro de marzo, cuando llegó a 13,2 %.
El comportamiento mensual de la inflación sorprendió hasta a los más optimistas. En los últimos sondeos e informes, tanto el Banco de la República como los expertos se decantaron por una variación del 0,9 %. Sin embargo, el dato revelado fue de 0,78 %.
Esto abre una puerta de esperanza a que la inflación repita lo que ocurrió con los anteriores ciclos inflacionarios: que la variación de precios ceda al mismo ritmo que aceleró. Esto ocurrió en los periodos 2006-2009, 2010-2013 y en 2014-2017.
Evolución de la inflación en Colombia (%).
¿Ocurrirá lo mismo entre 2021 y 2024? Esta es una pregunta cuya respuesta no es un simple “sí” o “no”. Aquí se entra en el terreno del “depende”.
Los puntos que dan respiro.
Siguiendo con la evidencia empírica, un punto que favorece a la baja de la inflación tiene que ver con la reducción de los precios a los productores. Desde hace varios meses este índice (IPP) viene desacelerándose. Tan es así, que en los primeros cuatro meses del año el IPP se contrajo un 1,06 %.
Es por ello que es de esperar que se vean ecos de esta reducción en menores presiones a los precios a los consumidores.
En este camino se evidencia el comportamiento de la inflación de alimentos. Los datos de abril mostraron una desaceleración mensual del 0,07 %. Esta es la primera reducción de este grupo de bienes desde 2021.
Gracias a esto los alimentos registraron una inflación acumulada del 18,47 %. Así, perdió velocidad el principal propulsor de la inflación en los últimos meses. Esto es, probablemente, el primer paso para que se incremente la desaceleración de alimentos y, por esta vía, a la reducción de la inflación total.
Sumado a esto, conforme se avance en el año, los efectos base (el estar comparándose con datos de 2022 que fueron mejores que los actuales) se desvanecerán.
Esto significa que la devaluación perderá importancia en cuanto a la inflación, pues desde abril del año pasado se empezó a ver ese fenómeno. Aunque nadie niega el alto precio de la divisa, en 2023 ha tenido una relativa estabilidad sobre los $4.500, por lo que ya no tendrá tanto efecto al compararse con los $4.400 que superó en el segundo semestre del año pasado.
Lo que todavía preocupa.
Si bien el optimismo frente a las cifras es innegable, no se puede caer en la ingenuidad. Todavía quedan asuntos por resolver.
De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial la probabilidad de que se presente el fenómeno de El Niño entre julio y septiembre llegó a 80 %. Este aumento en la temperatura tendrá efectos sobre los alimentos, particularmente aquellos de ciclo corto (como habichuela, pimentón, lechuga, etc.). Con esto, se amortiguaría la caída de la inflación de los alimentos.
Además, según sea la intensidad de este fenómeno meteorológico, también podría verse afectado el mercado energético y sus tarifas. Un escenario similar al que se tuvo entre 2015 y 2016 que incluso amenazó con apagones.
De otro lado, se tiene el encarecimiento de los combustibles. El Gobierno se embarcó en la tarea de cerrar el déficit del Fondo de Estabilización del Precio de los Combustibles. Esto implica incrementar el precio de la gasolina (inicialmente) y del diésel (idealmente si las presiones políticas lo permiten).
Según analistas, por cada $1.000 pesos que se incremente la gasolina, se incrementa la inflación en 0,6 puntos porcentuales. Esto significa que si aún falta incrementar el galón de gasolina en más de $3.000 pesos, el efecto acumulado sobre la inflación sería cercano a los 2 puntos porcentuales.
Lo que va a pasar.
Conforme se tenga la certeza de que se dio un cambio en la tendencia de la inflación, el banco de la República empezará a relajar su política monetaria. Esto significa que hacia finales del año es muy probable que se vean recortes en la tasa de interés del Banco.
En consecuencia, 2024 será un año en donde se pondrá más énfasis en la recuperación de la dinámica de la economía que en el control inflacionario. Este último, valga decirlo, estará en “piloto automático”.
No obstante, hay que recalcar que las sombras que todavía se ven por cuenta de los combustibles y el fenómeno del niño tampoco dejan ver un gran recorte de esas tasas de interés. El ajuste podría tener una duración de más de 12 meses.
Dicho esto, hay que recordar que una desaceleración de la inflación no significa una reducción de precios. Lo que ocurre es que estos seguirán aumentando, pero a un ritmo menos marcado que lo que se vivió en el último año.