Se ha hablado tanto de corrupción que en ocasiones el tema, que reviste una gran importancia, suena trillado. Sabemos que existe, es un mal que aqueja al país, pero pocos le damos la importancia que merece porque se cree, que no nos va a tocar.
Creemos que la corrupción le toca al vecino, al gobierno o que está en las campañas políticas. Incluso existen otras dificultades de la que hablaremos en esta columna, una de ellas relacionada con el factor humano de las empresas. Cuando se propone la generación de mecanismos internos de prevención en las empresas, se empiezan a tocar temas sensibles y surgen mitos, como el de una posible pérdida de confianza interna y se cree erróneamente que implementarlos es una señal de desconfianza hacia los empleados, el negocio, los clientes o socios. Pero en realidad, este es un tema que le puede tocar a cualquier empresa y afectarla profundamente, incluso esa confianza que se ve amenazada por un programa de prevención de corrupción o delitos económicos y financieros.
En la sociedad se generan actos corruptos, en ocasiones, sin saberlo, ya sea en una empresa o desde el punto de vista de personas naturales, empleados. Por ello, es importante abordar la corrupción no solo desde el punto de vista empresarial sino también personal, aplicando una pregunta clave en el día a día, ante diversas situaciones o escenarios: ¿es esto ético?
Creemos que por ello es importante, al implementar este tipo de herramientas o mecanismos o sistemas, empezar a evaluar a las personas que hacen parte de las empresas, para fortalecer o crear lo que se llaman los valores éticos y profesionales y empresariales, que permitan determinar las falencias y dónde se puede empezar a fortalecer habilidades, actitudes, aptitudes y sistemas, que lleven al tratar de evitar la corrupción y el fraude. Es necesario implementar políticas que hagan que se les dé la importancia a las personas, incluso desde la integridad y ética de los profesionales.