Mi percepción a medida que vivo, es que no hay años malos; hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como un recreo, pero malos no son. Creo firmemente que la forma en que se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, perdonar, reír, aprender cosas nuevas, haber desafiado nuestros egos y apegos. Por eso, no debiéramos tenerle miedo al sufrimiento ni al tan temido fracaso, porque ambos son sólo instancias de aprendizaje.
Nos cuesta mucho entender que la vida y el cómo vivirla depende de nosotros, el cómo enganchamos con las cosas y situaciones, depende sólo del cultivo de la voluntad. Si no me gusta la vida que tengo, deberé desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está en mi voluntad el poder hacerlo; "Ser feliz es una decisión", no nos olvidemos de eso.
Entonces, con estos criterios me preguntaba qué tenía que hacer yo para poder construir un buen año 2023 porque estamos en el camino de aprender todos los días a ser mejores y de entender que a esta vida vinimos a tres cosas:
A aprender a amar
A dejar huella
A ser felices
En esas tres cosas debiéramos trabajar todos los días, el tema es cómo y creo que hay tres factores que ayudan en estos puntos:
Aprender a amar la responsabilidad, como instancia de crecimiento.
El trabajo sea remunerado o no, dignifica tanto el alma como el espíritu y nos hace bien a nuestra salud mental. El significado del cansancio es visto como algo negativo, de lo cual debemos deshacernos y no como el privilegio de estar cansados porque eso significa que estamos entregando lo mejor de nosotros. A esta tierra vinimos a cansarnos, para dormir tenemos siglos después.
Valorar la libertad como una forma de vencerme a mí mismo y entender que ser libre no es hacer lo que yo quiero.
Quizás en el 2023 deberíamos ejercer nuestra libertad haciendo lo que debemos, con placer, decir que estamos felizmente agotados y así poder amar más y mejor.
Cultivar el desarrollo de la fuerza de voluntad.
Este maravilloso talento de poder esperar y de postergar gratificaciones inmediatas en pos de cosas mejores. Este es el gran elemento a educar no sólo el 2023, sino durante todo el resto de nuestras vidas.
Es dentro de todo este trabajo, que nos debiéramos concentrar en:
Sentarnos en la mesa en familia, mínimo una vez a la semana, ojalá pudiera ser todos los días.
Mientras estemos comiendo, apagar los televisores, y no contestar teléfonos. Sentir que los únicos ruidos que se escuchen sean los de nuestras voces.
Hacernos cariño y tratarnos bien como país, amigos, familia, saludarnos en los ascensores, a los guardias, los conductores de los buses, sonreír por lo menos una vez al día; pero sobre todo amarnos a nosotros mismos.
Crear dentro de nuestras casas, u hogares, cierto desorden que acuse que ahí hay vida. Para eso tiene que haber olor a comida, cojines aplastados y hasta manchados. Nuestras casas, independientemente de nuestros recursos, se están volviendo demasiado perfectas, tanto que pareciera que nadie puede vivir adentro.
Tengamos contacto con la naturaleza, juguemos, riamos y démonos el tiempo de compartir con los abuelos, imprimámosles las fotos para que las vean como a ellos les gusta y disfrutemos de su sabiduría. Acostumbremos a nuestros hijos a compartir con ellos, así entenderán sus historias.
Tratar de crecer en lo espiritual, cualquiera sea nuestra visión al respecto. La trascendencia y el darle sentido a lo que hacemos tiene que ver con la inteligencia del nuevo siglo: la inteligencia espiritual.
Dosifiquemos la tecnología, fomentemos la conversación, los juegos "antiguos", los encuentros familiares, con amigos, en casa. Valoremos la intimidad, el calor y el amor dentro de nuestras familias.
Si logramos trabajar en estos puntos, o por lo menos el intentarlo, habremos decretado ser felices, lo cual no nos exime de los problemas, pero nos hace entender que la única diferencia con las personas felices, no tiene que ver con los problemas que tengamos, sino con la “actitud” con la cual enfrentaremos lo que nos toque.
Este nuevo año, vendrá con todo lo necesario para disfrutarlo al máximo; lo bueno, malo, bonito y lo feo; acojámoslo con amor, gratitud y con el alma abierta a todo lo que tendremos que aprender de él.
CONVERSANDO CON DIOS EN AÑO NUEVO
Señor, antes de entrar en el bullicio y aturdimiento del nuevo año, quiero encontrarme contigo despacio y con calma. Son pocas las veces que lo hago. Tú sabes que ya no acierto a orar. He olvidado aquellas oraciones que me enseñaron de niño y no he aprendido a hablar contigo de otra manera más viva y concreta.
Señor, en realidad, ya no sé muy bien si creo en Ti. Han pasado tantas cosas en estos años. Ha cambiado tanto la vida y he envejecido tanto por dentro... Yo quisiera sentirte más vivo y más cercano. Me ayudaría a creer. Pero me resulta todo tan difícil... Y, sin embargo, Señor, yo te necesito. A veces me siento muy mal dentro de mí. Van pasando los años y siento el desgaste de la vida. Por fuera todo parece funcionar bien: el trabajo, la familia, los hijos. Cualquiera me envidiaría. Pero yo no me siento bien.
Ya ha pasado un año más. Comenzamos un año nuevo, pero yo sé que todo seguirá igual. Los mismos problemas, las mismas preocupaciones, los mismos trabajos. Y así, ¿hasta cuándo? ¡Cuánto desearía poder renovar mi vida desde dentro! Encontrar en mí una alegría nueva, una fuerza diferente para vivir cada día. Cambiar, ser mejor conmigo mismo y con todos. Pero la experiencia me dice que no puedo esperar grandes cambios. Estoy demasiado acostumbrado a un estilo de vida. Ni yo mismo creo demasiado en mi transformación.
Por otra parte, Tú sabes cómo me dejo arrastrar por la agitación de cada día. Tal vez por eso no me encuentro casi nunca contigo. Tú estás dentro de mí y yo ando casi siempre fuera de mí mismo. Tú estás conmigo y yo ando perdido en mil cosas. Si al menos te sintiera como mi mejor amigo... A veces pienso que eso lo cambiaría todo. Qué alegría si yo no te tuviera esa especie de temor que no sé de dónde brota, pero que me distancia tanto de Ti...
Señor, graba bien en mi corazón que Tú hacia mí sólo puedes sentir amor y ternura. Recuérdame desde dentro, que Tú me aceptas tal y como soy, con mi mediocridad y mi pecado, y que me quieres incluso aunque no cambie. Señor, se me va pasando la vida, y a veces, pienso que mi gran pecado es no terminar de creer en Ti y en Tu Amor.
Por eso, esta noche yo no te pido cosas. Sólo te pido que despiertes mi fe, lo suficiente para creer que Tú estás siempre cerca y me acompañas. Que a lo largo de este nuevo año no me aleje mucho de ti. Que sepa encontrarte en mis sufrimientos y mis alegrías. Entonces tal vez cambiaré. Para mí, será un año nuevo.