domingo, noviembre 28, 2021

La sepultura del Doing Business es un precedente

 


Muy grave lo que pasó con la medición de la competitividad, encontrado por expertos, y que le puso final al informe Doing Business del Banco Mundial, una pérdida de credibilidad

Peter Drucker es uno de los gurús del empresarismo mundial más citado en clases universitarias y conferencias internacionales, y es uno de los profesores más citados por sus colegas y recomendados para los estudiantes desde hace tres décadas. Uno de sus aportes más célebres es “lo que no se mide, no se controla, y lo que no se controla, no se puede mejorar”.

Decía el “filósofo del empresarismo” que delegar era el principio de la efectividad en la alta gerencia; que la productividad debería ser un fin en si mismo de toda actividad fabril; que la calidad de la administración de personal es la que hace trascender las empresas y, finalmente, que todas las factorías y corporaciones deberían regirse por el mantra de educar, entrenar y ejecutar.

De sus postulados empresariales se desarrolló en 2002 el informe Doing Business, auspiciado por el Banco Mundial, que buscaba medir en cinco grupos de indicadores 133 economías. Era un negocio próspero ideado para competirle al informe IMD posesionado por la Universidad de Lausana, en Suiza, que comparaba economías para determinar su nivel de competitividad.

El otro, para completar tres, era el del Foro de Davos, que publica temas similares. Desde hace dos décadas, muchas políticas públicas han sido elaboradas y sincronizadas con base en esos rankings. Dicho sea de paso, en todos los resultados a Colombia no le va muy bien en términos de competitividad global y siempre se ubica a media tabla y de cuarto o quinto en la región. Estos informes han estado de capa caída por la fuerza tomada por la Organización para la Cooperación y Desarrollo (Ocde), que compara países en todos los sectores económicos y les aconseja qué caminos deben tomar, fieles a su identidad de “club de las buenas prácticas”.

Pero la estocada a las comparaciones de países la dio esta semana el Banco Mundial al descontinuar la publicación de su ranking Doing Business, luego de revisar irregularidades en los datos en los informes de 2018 y 2020. En un comunicado, el Banco informó que se plantearon cuestiones éticas que involucran al personal y a los funcionarios de la junta del organismo, poniendo en entredicho la evaluación del clima empresarial y de inversión de los países elaborado desde hace dos décadas.

Se denunciaron cambios en los resultados del ranking por “presión” de países como China, que siempre registraba una evolución sorprendente, pero que a la postre era irreal. Dice el reporte de los abogados investigadores que: “los cambios en los datos de China en Doing Business 2018 parecen ser el producto de dos tipos distintos de presión aplicada por el liderazgo bancario en el equipo de informe”.

También se denunciaron datos falsos de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. El economista jefe del Banco Mundial, Paul Romer, le dijo al Wall Street Journal en su momento que por intereses políticos se había alterado el ranking de competitividad para afectar a Chile, una vieja práctica que no solo amañaba cifras y tendencias, sino que desestabilizaba la política interna de los países.

La reflexión, luego de conocerse esta situación, es que un país como Colombia no puede tragarse enteros estos informes son pinta de técnicos y científicos, ni mucho menos sincronizar sus políticas pública con base en estos resultados, pues el daño puede ser enorme si se parte de amaños interesados.

Siete de cada 10 colombianos no hacen uso de ningún producto financiero al mes

 


Seis de cada 10 personas no utilizan medios bancarizados para pagar por productos o servicios debido a que existe un alto uso de efectivo, según Credicorp

Nueve de cada 10 colombianos tienen un producto de ahorro o un seguro y ocho de cada 10 conocen, al menos, un producto financiero formal. Estas cifras evidencian que cada vez más personas conocen y acceden al sistema, sin embargo aún hay tareas por hacer.

De acuerdo con el más reciente Índice de Inclusión Financiera del Grupo Credicorp, Colombia destaca en este tema a nivel regional, pues su puntaje (38,3) es igual al promedio de los siete países (Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, México, Panamá y Perú) que participaron en el estudio. Aunque el dato es muestra de que se han dado avances para la inclusión financiera y la bancarización, aún hay cifras preocupantes en cuanto al uso de productos.

Seis de cada 10 colombianos (58%) no utilizan medios bancarizados para pagar por productos o servicios, debido a que existe un alto uso de efectivo para comprar alimentos (98%), productos del hogar (97%), productos para uso personal (98%) y pagar créditos (72%), entre otros.



Además, siete de cada 10 colombianos (72%) no usan ningún producto financiero al mes. En promedio, una persona utiliza 3,7 productos de este tipo en ese periodo, cifra que está muy por debajo de la media regional (5,86). El estudio también muestra que solo 32% de los colombianos realizó transferencias de dinero a través de medios formales durante el último año.

De ellos, 46% lo hizo a través de una billetera móvil, 45% a través de agencias, agentes o cajeros y 44% la hizo de manera personal a través de familiares o conocidos.

“En Colombia observamos diversos desafíos, como el elevado uso de efectivo para realizar operaciones y los bajos niveles de ahorro. Frente a eso, consideramos que tanto las autoridades como el sector privado deben sumar esfuerzos para promover la educación financiera y la digitalización, pues son factores clave para acercar el sistema formal a las personas”, dijo Enrique Pasquel, gerente de Asuntos Corporativos de Credicorp.

Otro punto que preocupa es el acceso a préstamos informales que, aunque es bajo, aún se presenta. Según el informe de Credicorp, uno de cada 10 colombianos que accede a un producto de crédito lo hace de manera informal. Aunque esta categoría incluye préstamos de familiares, conocidos y grupos, también cobija a prestamistas informales y el gota a gota.

LOS CONTRASTES

Enrique PasquelGerente de Asuntos Corporativos de Credicorp

“Observamos también diversos desafíos, como el elevado uso de efectivo para realizar operaciones y los bajos niveles de ahorro (...) las autoridades y el sector privado deben sumar esfuerzos”.

Además, 68% de quienes tienen algún producto financiero no posee ningún tipo de préstamo. En este punto resalta que 65% de los colombianos percibe una barrera para tener productos financieros. Entre las personas que no tienen productos de ahorro o seguro, 52% señala que no cuenta con recursos suficientes, mientras que 18% considera que no le interesa y 12% afirma que no lo necesita.

A pesar de estos datos, el documento evidencia que 22% de las personas tiene un producto de crédito con entidades formales.

El bajo ahorro, otra de las preocupaciones

El estudio de Credicorp evidencia que el ahorro es una práctica poco común en Colombia, al igual que en los demás países analizados. Solo 11% de las personas señaló que ahorra a través de medios formales, mientras que 10% no cuenta con medios formales para hacerlo. Además, casi ocho de cada 10 colombianos dijo que no ahorra. Esto, a pesar de que existe una alta tenencia de productos financieros (93%). De las personas que ahorran, 46% lo hace a través de una cuenta a nombre propio mientras que 43% lo hace en una alcancía o debajo del colchón.

La economía creció 14,3% en julio, está 2,9% por encima del nivel prepandemia

 Las actividades que más impulsaron el crecimiento fueron el comercio, la industria manufacturera y la administración pública


Los principales indicadores económicos empiezan a reflejar la reactivación. De hecho, según el último informe del Dane, la economía ya está 2,95% por encima de los niveles que se reportaban en febrero de 2020, antes de la pandemia.

"El crecimiento entre junio y julio fue lo suficientemente robusto como para permitir que julio sea el primer mes, en la senda de reactivación, en el que observamos una actividad económica superior a la que teníamos en un mes referente prepandémico", dijo el director del Dane, Juan Daniel Oviedo.

Este resultado se reportó para el mes de julio, cuando, según el Indicador de Seguimiento a la Economía (ISE), el crecimiento anual fue de 14,3%. Mientras que, si se comparan los resultados de forma intermensual, la economía registró un alza de 3,2%.




Por actividades, las que más aportaron al crecimiento de la economía en el séptimo mes del año fueron el comercio, transporte y alojamiento; las industrias manufactureras; y la administración pública, defensa, educación y salud humana, que en conjunto aportaron 11,2 puntos porcentuales al resultado.

“Por segundo mes consecutivo hay ganancias mes a mes en la serie desestacionalizada y eso también nos da señales de buen arranque para el tercer trimestre del año. El dato también estuvo muy en línea con los que ya venían mostrando los datos de ventas minoristas y producción manufacturera, que mostraban un rebote de doble dígito”, explicó Carolina Monzón, jefe de análisis económico de Itaú.

LOS CONTRASTES

Juan Daniel OviedoDirector del Dane

“El crecimiento entre junio y julio fue robusto para permitir que julio sea el primer mes en el que observamos una actividad económica superior al referente prepandémico”.

Carolina MonzónJefe de análisis económico de Itaú

“Por segunda vez consecutiva hay ganancias mes a mes en la serie desestacionalizada y eso nos da señales de buen arranque para el tercer trimestre del año”.

Desagregando las cifras por sectores económicos, el terciario es el que más se recuperó en julio, pues registró una variación anual de 16,8%.
Dentro de este sector, el comercio fue el de mayor alza, con una tasa de 40,5% anual. Seguido estuvieron la administración pública (14,6%) y las actividades profesionales (12,6%).

Luego estuvo el sector secundario, que incluye a la industria manufacturera y la construcción, y que registraron un crecimiento intermensual de 4,1%, mientras que el crecimiento anual en estos sectores fue de 13,8%.

“Julio todavía tenía un nivel de contagio elevado, pero ya se había generado una apertura de la economía, ya no teníamos la incidencia de las protestas, entonces también contribuyó en este proceso. A nivel internacional ya teníamos una apertura significativa y también muchos sectores de servicios entraron en operación. Ahora estamos esperando a que esas cifras se vean reflejadas en la consolidación de la recuperación en todo el tercer trimestre del año”, dijo Monzón.

Por otro lado, el sector primario ha sido el de mayor rezago, pues en julio registró una tasa de crecimiento anual de 1,3% y una contracción intermensual de 0,3%. Según el director del Dane, este sector esta a un nivel de 91% de lo que se reportaba antes de la pandemia.

“Eso nos lleva a concluir que son las actividades primarias las que tienen el rezago más importante en la senda de reactivación de la economía. Particularmente la explotación de minas y canteras, donde el carbón y la explotación de petróleo han tenido un contexto internacional adverso”, anotó Oviedo.

Preocupa el rezago del empleo y la pobreza

De acuerdo con Carlos Felipe Prada, vicepresidente de Anif, aunque el PIB ya está en niveles superiores a los que se registraban en el primer trimestre de 2019, el empleo y la pobreza no se han recuperado al mismo ritmo.

“En empleo, con corte al segundo trimestre, estábamos 10% abajo que en el primer trimestre de 2019. Hay una gran cantidad de trabajadores que hace dos años tenían trabajo, que estaban llevando ingresos a sus hogares, que podían demandar consumo, o bienes y servicios, y que hoy por hoy no lo pueden hacer”, dijo Prada.


El minucioso proceso para que Colombia haya podido entrar a la Ocde

 


El exministro Mauricio Cárdenas acaba de publicar 'Cómo avanza Colombia'.

Fragmento del libro 'Cómo avanza Colombia' del exminsitro Mauricio Cárdenas.

Cuando hablamos de cambios transformadores no necesariamente nos referimos a megarreformas o a inversiones billonarias. Muchas veces se trata de ajustes pequeños, pero que impulsan a su vez otros cambios. Es decir, los puntos de quiebre o de inflexión pueden ser imperceptibles a primera vista. Solo con el tiempo se aprecia su verdadera dimensión.

Un buen ejemplo de la forma como puede acelerarse el desarrollo tiene que ver con el nivel de debate de las decisiones gubernamentales. Si hay algo que ayude a la prosperidad económica es la democracia –no solo entendida como la escogencia de gobiernos por medio de elecciones transparentes y las garantías para la oposición, sino también como la discusión abierta de los asuntos públicos–. Muchas veces, esto no requiere grandes reformas –como la adopción de una nueva constitución–, sino de pequeños cambios en las prácticas y costumbres, es decir, en la manera como se hacen las cosas.

Un ejemplo ilustra bien esta idea. Hasta hace poco era muy frecuente que los gobiernos expidieran decretos o resoluciones sin previo aviso. Era común y aceptable. Algunos iban más allá y pensaban que era conveniente, pues era mejor que las decisiones no se consultaran o discutieran con los interesados –que “dieran sorpresas”–. Esto ya no es así, pues el proceso de ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) hizo ver que lo conveniente es darle un amplio debate a cualquier decisión, por pequeña que parezca. En las sociedades más avanzadas, los gobiernos deben publicar los borradores de sus iniciativas y reservar un tiempo prudencial para su discusión. En otras palabras, los interesados y afectados deben tener la posibilidad de reaccionar y ser escuchados. Si se consulta abiertamente con todos los interesados, se elimina el riesgo de que la decisión sea cooptada por un solo grupo de interés. Entre más abierto sea el proceso de toma de decisiones, mejores serán sus resultados. Esto contribuye a fortalecer la democracia. (...)

Tras casi una década de trabajo minucioso y dedicado, con alto nivel de detalle técnico, Colombia cuenta hoy con en un Estado mejor organizado, con reglas de juego más claras y modernas. Todo esto se debe al proceso de acceso a la Ocde.
Cuando en enero de 2011 el presidente Juan Manuel Santos expresó la intención formal de adherir a la Ocde, muchos líderes de opinión levantaron las cejas y expresaron dudas sobre las posibilidades de que el país pudiera cumplir un objetivo tan ambicioso.

La Ocde era –y en muchos sentidos todavía lo es– una organización muy poco conocida en nuestro medio. Tal vez la única excepción eran las pruebas Pisa, que realiza para comparar el desempeño académico de jóvenes de 15 años en varios países, en los que se incluye desde 2006 a Colombia. También es cierto que al representar a los países más avanzados, la Ocde es percibida como una organización que defiende los intereses del poder económico mundial. Todo esto era lo que seguramente pesaba en los sectores de izquierda que se opusieron -y que, por cierto, todavía se oponen-.

Fundada en 1961, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) busca que sus miembros adopten las mejores prácticas en todos los campos relevantes para el progreso social y económico de las naciones. De hecho, su lema es: ‘Mejores políticas para una mejor vida’. Su trabajo está estructurado alrededor de comités y grupos –cada uno encargado de un área de política en la que participan los expertos de los diferentes países–. Más que ideologías, lo que se valoran son las experiencias y la evidencia sobre lo que ha funcionado –y lo que no– en las naciones que integran la Organización.(...)

Pero no solo se trata de aprender de los mejores y poner en sintonía nuestras instituciones con las de los países que más bienestar han logrado. Ser parte de la Ocde también le da a nuestro país un papel cada vez más relevante en el contexto internacional, pues nos convierte en una nación con voz, capaz de contribuir, con nuestras propias experiencias y perspectiva, a la solución de problemas que aquejan a todas las naciones.

El proceso de adhesión de Colombia a la Ocde se dividió en dos fases. La primera tuvo lugar entre 2011 y 2013. Catalina Crane –alta consejera para la Competitividad y la Gestión Público-Privada de la época– y Gustavo Adolfo Carvajal, entonces embajador de Colombia en Francia, lideraron el acercamiento.

El primer paso fue la firma de algunos de los acuerdos internacionales más importantes de la Organización, como la Convención contra la Corrupción en Transacciones Comerciales Internacionales, la Declaración sobre Inversión Internacional, la Convención de Asuntos Fiscales y la Declaración sobre Crecimiento Verde. Adicionalmente, nuestro país fue invitado a participar como miembro permanente en los comités de inversión, de competencia y de anticohecho, claves para la organización.

Pero el verdadero hito se dio en mayo de 2013, cuando la Ocde nos invitó formalmente a iniciar el proceso de acceso. Esto ocurrió cuando la Organización ya estaba familiarizada con Colombia, y existía una ventana de oportunidad para el ingreso de nuevos países a la organización.

Esta segunda parte del proceso fue aún más retadora: Colombia debía obtener luz verde en 23 comités que evaluarían "la voluntad y la capacidad" del país para implementar reformas en línea con las recomendaciones y principios de la organización. Educación, estructura regulatoria, gobierno corporativo de las empresas estatales, comercio y política ambiental fueron algunos de los temas abordados en estos comités. Cada uno expidió un reporte con recomendaciones acerca de lo que el país debía hacer para ponerse en sintonía con los estándares de la Organización.

La mayoría de los temas señalados no eran nuevos. Se trataba, incluso, de asuntos que se habían intentado reformar sin éxito en el pasado, pero que, puestos alrededor de un objetivo como el acceso a la Ocde, tomaban una nueva dimensión. No hay duda de que el proceso motivó y dinamizó muchas decisiones que de otra forma habrían tenido que esperar años.



Mathias Cormann, nuevo jefe de la OCDE.

La lección es que un objetivo ambicioso puede servir para impulsar cambios que individualmente son difíciles de lograr. Toda reforma, que por definición cambia el statu quo, enfrenta obstáculos políticos. Pero si hay un gran propósito detrás, que motiva y anima, las cosas se facilitan. También es cierto que lo que en el pasado se había considerado poco prioritario y aplazable, tomaba mayor relevancia una vez convertido en condición para el acceso a la Ocde. Sin embargo, esto no significa que el trámite haya sido fácil, pues toda reforma genera reacciones -y mucho más en un ambiente político tan polarizado como el que ha caracterizado a Colombia en los últimos años-.

Obtener el visto bueno de los 23 comités tomó cuatro años. En mayo de 2018, antes del cambio de gobierno, la Ocde invitó formalmente a Colombia a ser el miembro 37 de la organización. Pese a que en campaña el candidato Iván Duque expresó cierto escepticismo sobre el ingreso de Colombia a la organización, como presidente mostró gran interés.

En noviembre de 2018, el Congreso aprobó el acuerdo de adhesión y en abril de 2019, el acuerdo de privilegios e inmunidades para miembros de la organización. Entre 2019 y 2020, la Corte Constitucional declaró exequibles los dos acuerdos. Y, finalmente, en abril de 2020, el presidente Duque depositó el instrumento de acceso ante la Ocde, formalizando así la membresía de Colombia. (…)

Ser miembros de la Ocde ofrece beneficios intangibles, asociados con el prestigio que representa haber sido admitidos a una organización exigente y de altos estándares. Este es el tipo de información que pesa en las decisiones empresariales. Estar en la Ocde representa un sello de calidad que puede inclinar la balanza a favor de un país. En el momento de comparar oportunidades, un inversionista tiene en cuenta estos criterios.

Tal es el caso, por ejemplo, de la financiación de infraestructura que discutimos en el capítulo anterior. Buena parte del capital para el desarrollo del programa de infraestructura debe venir del exterior. Algunos inversionistas institucionales europeos -como los fondos de pensiones y las compañías de seguros- tienen estrictos reglamentos que no permiten asignar recursos de sus portafolios a países que no sean parte de la Ocde. Por ello, no es sorprendente que al país haya llegado un mayor volumen de capitales internacionales para invertir en estos sectores.

Como lo reconoce la propia Dirección de Crédito Público del Ministerio de Hacienda, el acceso a la Ocde también tuvo impacto positivo en las oportunidades de financiamiento del Gobierno nacional. El mercado de bonos públicos denominados en pesos colombianos (conocidos como TES) ha sido mayormente local, pero a partir de 2014 -con la recuperación del grado de inversión, sumada a otras reformas regulatorias y tributarias- empezó a tener participación internacional. Al principio, los participantes eran unos pocos fondos, exclusivamente norteamericanos. Sin embargo, desde 2018 se ha observado una diversificación en los tenedores de estos bonos y el ingreso activo de inversionistas europeos. Entre 2018 y 2020, la participación de estos últimos -que llegó a representar 45 % del total- superó la de los norteamericanos. Si bien no se puede establecer estrictamente una causalidad con el ingreso a la Ocde, no hay duda de que los inversionistas europeos le dan un mayor peso específico a que el país sea miembro de la Organización.

Pero, más allá del efecto sobre la inversión, lo cierto es que, por cuenta del ingreso a la Ocde y de los procesos de reforma emprendidos, haremos mejor las cosas, tomaremos mejores decisiones y manejaremos mejor nuestros propios asuntos. Estos elementos son motores de la prosperidad.

Un efecto relevante es el que tiene la Ocde sobre la calidad de la discusión pública de un país miembro. Las comparaciones que realiza la Organización son de gran utilidad para identificar cuáles son las oportunidades de mejora y, sobre todo, moviliza a la opinión pública a favor de una u otra decisión. Ningún país miembro puede sustraerse de la presión que significa estar siendo monitoreado y comparado con los mejores, y ningún gobierno quiere ser calificado como el peor alumno de la clase por parte de un evaluador riguroso y objetivo. Las mediciones, en sí mismas, ayudan a mejorar las políticas públicas.(…)

Pocos países han tenido problemas de reputación tan grandes como Colombia. La realidad de un país pujante y vigoroso ha chocado permanentemente con la percepción negativa, especialmente en el exterior. Por eso, para Colombia era más importante que para muchos otros países pertenecer a esta organización y cambiar la lectura de un ‘Estado fallido’ por otra más balanceada que refleje también las enormes fortalezas que tenemos como nación.

No se trata de ignorar o subestimar los retos que persisten en materia de seguridad y lucha contra el narcotráfico, pero sí de lograr una visión más completa de una realidad llena de matices, en la que, sin duda, hay muchos aspectos positivos para destacar. El ingreso a la Ocde, por ejemplo, no hubiese sido posible si no tuviéramos –a pesar de las dificultades– una economía fuerte y una democracia sólida en la que se respetan las reglas de juego.