El sector empresarial y el consumo privado deben mantener su sintonización positiva con miras a no dejar caer la senda de crecimiento.
Continúa la temporada de entrega de resultados financieros y asambleas de accionistas de las principales empresas del país con balances mayoritariamente positivos y en varios casos hasta históricos. Por ejemplo, una veintena de compañías, presentes en la Bolsa de Valores de Colombia, están repartiendo más de $20 billones en dividendos, que incluyen a Ecopetrol y que no contemplan muchas más firmas. Esta billonaria repartición es el reflejo de la dinámica de la reactivación de la economía que marcó el 2021.
No obstante, lo corrido del año en curso envía señales que conducen a la moderación y que aumentan los niveles de incertidumbre. En primer lugar, distintas encuestas ya empiezan a mostrar deterioro en la confianza de los empresarios, en especial de los comerciantes. La edición de febrero de Pulso Empresarial del Dane, por ejemplo, muestra una caída de dos puntos en su Índice de Confianza Empresarial (ICE) en comparación con el pico registrado en diciembre pasado.
Una imagen similar proyecta la Encuesta Empresarial de Fedesarrollo, también de febrero, en la cual el indicador para los comerciantes baja 2,1 puntos porcentuales con respecto a enero y continúa un descenso prácticamente desde agosto pasado. Si bien la confianza de los industriales aumentó 2,8 puntos porcentuales frente al arranque del año, esta medida de temperatura de las percepciones del sector privado ratifica que el ambiente jubiloso del fin de 2021 es definitivamente parte del pasado.
Segundo, de manera inevitable el proceso electoral eleva la incertidumbre alrededor de los negocios y de las inversiones. El actual entorno internacional está marcado por la disrupción de las cadenas de suministro, más los efectos económicos de la guerra en Ucrania que generan tanto oportunidades como altos costos. A lo anterior se suma el ámbito doméstico en el que el horizonte no luce tan despejado ni tan promisorio como antes.
La encuesta de Fedesarrollo arriba mencionada encontró que la “percepción de los empresarios sobre la favorabilidad de las condiciones económicas y sociopolíticas para invertir se redujo frente a la anterior medición”. El 46,6% de los empresarios consultados considera que esos aspectos no son favorables mientras que solo el 7,8% los encuentra positivos. De hecho, la temporada electoral y el tema político afecta incluso a las acciones de la Bolsa de Valores.
Un tercer aspecto se relaciona con la disparada de los costos para los empresarios. Mucho se discute sobre el efecto de la subida de los precios a los consumidores que afecta innegablemente su poder adquisitivo y su calidad de vida. Sin embargo, la más reciente variación de los Índices de Precios al Productor del Dane registra un 30% anual. En agricultura y ganadería, por ejemplo, este aumento en febrero marcó 7,11%. Junto a los altos costos de las materias primas y los insumos se añaden fenómenos de escasez, problemas logísticos, retrasos en la producción, entre otros.
Por último, las trayectorias de las expectativas de los empresarios y de los consumidores han empezado a divergir, lo cual no deja de ser preocupante. Una de las claves de la dinámica del 2021 fue precisamente la sincronía de los vagones de las empresas y de los hogares en el tren de la reactivación económica. El sector empresarial y el consumo privado deben mantener su sintonización positiva con miras a no dejar caer la senda de crecimiento. La incertidumbre política es inevitable pero los candidatos a la Presidencia -o al menos la mayoría de ellos- podrían enviar señales más potentes y sonoras al mundo empresarial sobre la continuidad de ciertas medidas y políticas, así como la apuesta a ciertas reformas, con mayor detalle y profundidad.
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