domingo, octubre 14, 2012

UNA LEYENDA Y UN REY



Por: Julio Oñate Martínez


En la historia de los festivales de nuestra tierra por vez primera son homenajeados simultáneamente Padre e hijo como una forma de exaltar el brillo y renombre que le dieron al folclor vallenato y que simbolizan hoy en nuestra juglaría una leyenda y un rey, el maestro Toño Salas y su hijo Rafael Salas, Rey del Festival Vallenato.
  El vientre generoso y bendito de la vieja Sara, designado por Dios para engendrar hombres grandiosos le dio vida a Rafael Antonio, Toño, quien musicalmente se hizo grande al lado de su hermano mayor el colosal Emiliano Zuleta Baquero.
  Los acordeones silvestres que deambulaban del plan a la sierra montaña desgranando notas alegres y almibaradas acompasadas por el canto de los pájaros del monte, los gallos madrugadores y el mugido de la vacadas mañaneras fueron moldeando en Toño desde su infancia un mundo musical lleno de hermosas melodías que más tarde el hizo florecer en el teclado de su acordeón con un estilo risueño y florido con notas agiles y vibrantes que hoy lo muestran como un acordeonero único y original. Impresionaba la pulsación de sus dedos de metralleta, sin perder nunca el tono cadencioso de nuestros aires tradicionales.
Fue un verseador incomparable dotado de un gran repentismo que siempre dejo mal parados a todos sus adversarios. “Toño es un tigre verseando, comentaba el viejo Mile”, lo cual el mismo evidenció en su antológico merengue La piqueria, cuando dijo:
A mi hermano Toño Salas, Le mande a pedi perdón
Le hice una composición, que no le vaya a da rabia,
Que se acuerde que en la jagua, subido allá en la gallera
Me llevaba a toa carrera, que no me dejó hacer nada,
Pero fue en cuatro palabras y eso lo canta cualquiera
Toño y Emiliano no obstante haber sostenido épicas batallas a punta de acordeón y versos mucho se admiraron y respetaron orgullosos siempre de su vinculo fraternal, como bien lo puntualizo Toño en su merengue “La misma cría”, al señalar : Si la raza es por la madre, tenemos la misma cría.
Su hijo Rafa desde el mismo instante que vio su primera luz, en aquel septiembre del año 53, alentado por el dulce arrullo de un acordeón guacamayo comprendió que su única misión en la vida era hacerle honores al nombre y prestigio de su padre de quien se convirtió en reflejo y celoso guardián de su memoria musical.
  El temperamento artístico y las nobles calidades humanas heredadas de Toño Salas, delinearon en Rafa un carácter alegre, sencillo y siempre cordial que le permitió ganarse el cariño y admiración de toda la gente del mundo vallenato.
  Su nota planera con sabor serrano y florido fue, desde su adolescencia, matizada por los patrones melódicos de su primo Emilianito Zuleta logrando forjar así una impronta musical que encantaba y seducía por su acento provinciano y festivo.
Hoy las figuras de Toño Salas y su hijo Rafael Salas le dan brillo al folclor que los consagró  y en reconocimiento a su grandeza artística el Festival de la Leyenda Vallenata les confirió a Toño en 1999 la máxima distinción de rey vitalicio del acordeón junto a Lorenzo Morales, Pacho Rada, Andrés Landero y Abel Antonio Villa y a Rafa, el título de rey profesional en 1980 meritos de sobra para que en el marco de su fiesta la Jagua del Pilar celebre hoy con alborozo este reconocimiento a una leyenda y un rey.

Este es un espacio de opinión destinado a columnistas, blogueros, comunidades y similares. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a este fin por El Rincon del Caribe y no reflejan la opinión o posición de El Rincon del Caribe.

No hay comentarios.: